-¿Qué tipo de Yoga Practicamos? –preguntó el alumno.
-A ¿qué crees que responde tu pregunta? –contestó el maestro-… Me refiero a si crees que la haces por una curiosidad profunda y honesta, o si simplemente se trata de una cuestión sin importancia.
-Creo que responde más bien a este último modelo -respondió él.
-Entonces no conviene contestarla. De lo contrario lo que empezó siendo una pregunta banal se llenará de orgullo y acabará reclamando de ti más tiempo del preciso; se hará grande en tu mente e impedirá que te ocupes de las cosas importantes.
El alumno se retiró sin poder dejar de darle vueltas a la cuestión y un par de días más tarde regresó para sentarse frente al maestro.
-¿Qué es lo que podía impulsar mi pregunta? –preguntó bajando el rostro.
-¿No sigues pensando que se trataba de una cuestión sin importancia?
-No, creo que no –dudó-… o al menos, creo que su respuesta la hizo importante.
-Se trata del problema de tu entidad.
Hubo un silencio:
-Y ¿cuál es ese problema? –preguntó al final el joven.
-El mismo que te trajo aquí. Pretendes que te dé una respuesta para que tu entidad se sienta satisfecha, y poder decir: “Nosotros practicamos tal tipo de Yoga”. Así te diferenciarás de los que realizan otras prácticas, y acabarás creyéndote mejor que ellos. Pero dándole pábulo a tu entidad solo conseguirás ponerte a merced de las cosas mundanas.
-¿No es importante, pues, saber lo que uno está haciendo?
-Eso ya lo sabes: Estás viviendo. ¿Qué crees que significa esta afirmación?
El alumno no contestó.
-Significa que perteneces a algo más grande, y que solo en el interior de ello darás fruto. La planta que se cree demasiado hermosa para el limo que la alimenta acaba por secarse.
-¿Quiere decir esto, que he de acabar con cualquier rasgo de identidad?
-En absoluto; quiere decir que cuando pongas tu entidad al servicio de ese algo más grande, esta se sentirá colmada, y que al hacerlo no volverá a molestarte. De lo contrario el mes que viene alguien te dirá: “Mi Yoga es el camino”, e irás con él en busca de un nuevo maestro, junto al cual tampoco encontrarás la satisfacción verdadera; pues pretendes sentir que la vida te pertenece, cuando en realidad, simplemente la disfrutas.
El alumno se puso en pié y comenzó a retirarse para dejar que las palabras del maestro se volvieran luminosas en el abono del silencio.
-La próxima vez que te sientes ante mí -le dijo este aún-, deberás responder tú mismo a la primera pregunta que me hiciste; encuentra pues, la respuesta adecuada.
Pasaron tres inviernos hasta que el discípulo regresó; cuando lo hizo respondió:
-Nosotros no practicamos Yoga.
El maestro sonrió.